No llevaban armadura, ni casco, ni siquiera la socorrida cota de malla, tan en boga en aquellos tiempos. Su equipo se limitaba a una lanza colgada al hombro, unos dardos o azconas –que lanzaban con tanta fuerza que eran capaces de atravesar los escudos del adversario– y un afilado chuzo, su arma más mortífera. Antes de entrar en combate golpeaban con fuerza el chuzo contra las piedras, hasta que saltaban chispas. (Fernando Díaz)
la verdad, es que parecían bastante ofensivos y intimidatorios, semejantes a los viquingos, aunque con un toque mas técnico y refinado, es el tipo de guerrero, que no se echa atrás, aunque lo hallan herido y sepa que esta muriendo, ya que prefiere morir matando a unos cuantos enemigos, que perder y salir huyendo como un cobarde.
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la verdad, es que parecían bastante ofensivos y intimidatorios, semejantes a los viquingos, aunque con un toque mas técnico y refinado, es el tipo de guerrero, que no se echa atrás, aunque lo hallan herido y sepa que esta muriendo, ya que prefiere morir matando a unos cuantos enemigos, que perder y salir huyendo como un cobarde.
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