LA LEYENDA DEL ORIGEN de los ALMOGÁVARES:
Extraido de
GUTIERREZ LERA, "Breve inventario de Seres Mitológicos Fantásticos y Misteriosos de Aragón" :
"Alfonso I, llamado El Batallador, pasó buena parte de su infancia al cuidado de los monjes del Monasterio de San Pedro de Siresa. Un día, armado con su arco y sus flechas, de los que no separaba nunca, salió en compañía de otros muchachos hacia los parajes conocidos como la Boca del Infierno, en la Selva de Oza. De entre la maleza surgió un "onso" enfurecido y todos huyeron, menos el pequeño infante, que tenía fama de no asustarse de nada ni de nadie. Con una calma impropia de sus años, tensó la cuerda y lanzó la flecha apuntando al cuerpo del animal, erguido imponente sobre sus dos patas. El venablo no llegó a herir de muerte al "onso", pero lo enfureció aún más, y avanzó contra Alfonso. Paso a paso, sujetando en su mano un cuchillo, el muchacho retrocedía de espaldas al precipicio. De repente, perdió pie y cayó, pero pudo agarrarse a duras penas en unas ramas. El "onso" estaba a punto de darle un zarpazo mortal cuando unas piedras silbaron en el aire. Una, otra, otra más, todas las piedras hacían blanco en las zonas más vulnerables de la fiera, en los ojos, en los belfos, en la sien. Se tambaleaba aturdido, sangrando, cuando surgidos de la nada aparecieron unos hombres que parecían salvajes, vestidos con zamarras de piel de "craba", armados con enormes "gayatas, estrales" (bastones o palos, hachas) y cuchillos, rodeados de fieros mastines, y se avalanzaron contra el animal, derribandolo y cosiéndolo a cuchilladas. Eran los pastores de la Bal d'Echo que salvaron al principe Alfonso. Cuenta la leyenda que años más tarde, el rey se rodeó en todas sus batallas de unos fieros guerreros de las montañas pirenaicas conocidos como los Monteros Reales de Don Alfonso El Batallador, y cumplió así la promesa que les hizo a los pastores chesos a los que les debía su vida"
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